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El pacto de Clase del Periodismo




El presente tiene como fin reactivar la vertiente periodística de mi sitio web. Lo esperado es ir escribiendo reflexiones sobre el quehacer periodístico además de historias que no he publicado en otros medios y que publicaré acá.

 

 

Muchas veces he intentado definir el malestar que me produce el ejercicio periodístico en ciertos círculos o ámbitos colombianos. Muchas veces he intentado dilucidar el por qué algo no termina de convencerme de las grandes casas y los grandes nombres que siempre están acompañados de fama y poder. Ese algo que he ido intentando aclarar es el que me ha detenido para trabajar en ese tipo de medios grandes y dedicarme a mis propios temas desde otra orilla que a veces es más sacrificada en términos de dinero y poder pero que me permite la libertad de trabajar con y sobre mis fuentes. Ser periodista freelance permite tomar distancia de los debates diarios en radio y redes y tratar de entender la complejidad de ese sistema en el que la funcionalidad a los poderes económicos y políticos es la norma más que la excepción.

 

La presente reflexión nace dos hechos desafortunados y bastante recientes, aunque eso no quiere decir que sean fenómenos nuevos o inéditos. El 5 de marzo de este año que corre, en Caracol Radio la panelista Diana Saray Giraldo lanzó al aire una serie de acusaciones en contra del movimiento Congreso de los Pueblos, en particular contra su capítulo Centro Oriente que funciona en Arauca.

 

Saltándose los mínimos principios éticos y operativos del periodismo, Giraldo desde su micrófono acusó a esta organización de ser el brazo político del ELN. Ese mismo día, uno de los miembros de dicha organización social fue secuestrado y asesinado. Al ser increpada por varios colegas sobre la falta de investigación, respeto y responsabilidad sobre dichas afirmaciones, en lugar de reconocer el error se victimizó y llegó al punto que motiva el presente escrito.

 

Para Saray Giraldo las críticas hechas a periodistas por otros periodistas deberían hacerse en privado y sin que se señale el mal ejercicio. Este punto es complicado porque anula la posibilidad de tener un gremio en toda regla y echa por tierra la posibilidad de contar con personas como ella en un posible sindicato de periodistas que no existe en Colombia.

 

Ante esto saltaron varios colegas de ella, y no por ello periodistas, como Melquisedec Torres (quien mentirosamente acusó a todo un pueblo indígena de torpedear la labor de los bomberos en los pasados incendios forestales) o Jorge Espinosa, editor general de Caracol. Ambos salieron a defender a la panelista sin importar que en su defensa se fueran lanza en ristre contra las organizaciones sociales reafirmando que muchas de ellas (no dicen cuáles, ni cuántas y no muestran las pruebas) son parte del engranaje de grupos armados al margen de la ley.

 

Todo lo hecho por estos dos personajes se dio no como parte de un ejercicio de solidaridad gremial, estas acciones lo que denotan es que el periodismo en esas esferas, donde el poder de concentra, funciona más como un pacto de clase. No existe reportería, autocrítica, debate, solo existe la victimización y la acusación contra cualquiera así cueste vidas.

Ese episodio me trajo a la memoria otro suceso de hace unas cuantas semanas cuando en Blu Radio, la panelista Camila Zuluaga y Ana Cristina Restrepo pusieron en duda la legitimidad de la Revista Raya, que ha venido investigando el mal proceder de la fiscal (e) Martha Mancera. Las dudas de estas dos personas fueron sobre la posible financiación estatal del medio, que dicho sea de paso no es ilegal toda vez que la pauta oficial es algo que debe llegar a todos los medios.

 

Zuluaga, demostrando una ignorancia profunda en el sistema de medios existente se preguntaba de quién es la revista y no podía saber quién es Edinson Bolaños, director de dicho medio. Restrepo zanjó la discusión al asegurar que la presencia de Isabel Caballero Samper como fundadora del medio le daba el suficiente prestigio a Raya para poder ser considerado un medio serio. Esto a pesar de que Caballero abandonó dicho medio casi un año antes de que comenzaran las investigaciones mencionadas

 

El hecho de que Caballero Samper tenga los apellidos que tiene y sea hija de Antonio Caballero es suficiente para Restrepo, presidenta del Consejo Directivo de la Flip, para dar legitimidad a un medio. Otra muestra más de ese pacto de clase que tiene al periodismo colombiano en una situación elitista, cerrada y que solo se mira así mismo desde lo mas alto de sus torres de marfil.

 

Ese pacto de clase deja claro que no respeta organizaciones sociales, colegas en el exilio o víctimas de la violencia estatal, paramilitar e insurgente. Afirmando además que la única manera de poder ser considerado un periodista ya no es hacer reportería, buscar fuentes para buscar la verdad y trabajar incansablemente para arrojar luces, basta tener un espacio que dé clics y/o un apellido para que se le considere buen periodista, nada más equivocado como lo demuestra Luis Carlos Vélez de manera constante.

 

P.S. Por lo que menciono en este escrito sobre la actuación de Ana Cristina Restrepo y su rol como presidenta del Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, hago pública mi solicitud, ya hecha en privado, de renunciar y prescindir de toda representación que dicha fundación haga de mis intereses como periodista en casos de acoso, espionaje y perfilamiento por parte del Estado (como lo ha venido haciendo) o de organizaciones al margen de la ley hasta tanto Restrepo no deje su lugar en ese Consejo Directivo. Lo anterior merece la aclaración hecha por Jonathan Bock, director ejecutivo de la Flip, de que lo que haga el Consejo Directivo no afecta las decisiones ejecutivas de la misma. Sin embargo, no puedo cohonestar con esas malas prácticas que pasan impunes por parte de alguien que hace parte del órgano que se supone busca la defensa de los periodistas en el país.

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