A veces cuesta escribir sobre lo que sucede en tiempo real porque tomar distancia se hace necesario para desprenderse de ciertos sesgos. Sin embargo, cuando un GENOCIDIO se está cometiendo desde hace más de siete meses y se transmite en vivo se hace necesario que esa distancia no sea tan larga porque el ritmo al que el regimen de Netanyahu, apoyado por gran parte de la población de Israel, está aniquilando a la población palestina es vertiginoso.
Las imágenes de la guerra siempre serán imágenes monstruosas que dialogan directamente con los miedos más profundos que podamos tener. Entre esas incontables imágenes existe un cuadro extraído de un video hecho después del bombardeo a una casa civil palestina y publicado en Twitter el pasado 7 de mayo, en la que dos niños están aplastados por la estructura que colapsó.
Si se mira con detenimiento, se puede notar que uno de los dos niños tiene uno de sus ojos salidos de la órbita por la presión de los escombros sobre su cuerpo. Esta imagen hace parte de la dosis diaria de horror que le entrega al mundo un grupo dedicado a barrer de la faz de la tierra a la población palestina residente en la Franja de Gaza. Un grupo, enmascarado en la figura de un Estado, que se ha dedicado a minar los cimientos del derecho internacional y dejando claro que los mínimos que hacen que los estados lo sean, no les interesan en lo absoluto.
Podría pensarse que esa actitud mafiosa y genocida del gobierno de Israel, que está fincada en una ideología supremacista y racista solo podría verse en acción en el contexto de la guerra pero otro video publicado el mismo 7 de mayo deja ver un nexo monstruoso que algunos calificarán de coincidencia pero que en los tiempos que corren, donde una imagen no es solo una imagen aislada esa similitud cobra otro tono.
La compañía estadounidense Apple, que fabrica computadores y teléfonos celulares, entre otros, publicó en sus redes sociales el video que anuncia el nuevo Ipad. La pieza audiovisual dura escasos 1:08 minutos pero encierra un concepto de mundo que se refleja en la imagen reseñada previamente.
En el video, una plataforma llena de instrumentos musicales, televisores, consolas de juegos, juguetes, cámaras de fotografía, entre muchos otros objetos que definen elementos básicos de la cultura actual, es la base de una prensa hidráulica gigante. Esta va aplastando todos y cada uno de los objetos hasta que solo queda la prensa cerrada con chorros de pintura de colores regada por los bordes. Antes de que se termine de cerrar hay un primer plano de un juguete antiestress que es aplastado (además de otras figuras antropomorfas). Este juguete tiene los ojos salidos de sus órbitas por la presión de la maquina que la aplasta.
La imagen es lo suficientemente elocuente. El mundo puede ser aplastado en aras de la creación de aparatos por parte de una corporación. El comercial se llama Crush! y resume de alguna manera una mentalidad que ha estado ligada desde siempre con la esfera de consumo en la que estamos sumidos. Una mentalidad que, en este caso, es ejemplificada por una de las empresas más ricas del planeta y que representa los valores de Occidente como el libre mercado y el consumo y entre los que también se encuentra la democracia; concepto en le que se basa Estados Unidos para justificar cualquier tipo de abuso que cometan Netanyahu y su banda, como lo es aplastar niños hasta que sus ojos salgan de sus cabezas.
Una mentalidad en la que el destruir toma tintes lúdicos en aras de la eficiencia productiva (si alguien lo duda no es sino buscar los videos de soldados israelíes jugando y riendo mientras devastan). Una mentalidad en la que destruir la cultura para poseerla y encapsularla en un aparato o aniquilar un pueblo para robarse su territorio hacen parte del mismo sistema de pensamiento depredador y supremacista.
El futuro que sigue será más monstruoso toda vez que el horror elitista se volverá la norma porque intentar ponerle un freno a esos mecanismos de control del mundo siempre se verá como el fin de la libertad, así las bombas nos caigan encima mientras sostenemos nuestras tabletas.
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